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2019 será un año clave para la famosa Escuela de la Bauhaus. Y es que en esa fecha se cumplen 100 años de su fundación. Aunque la Escuela es conocida por las grandes producciones artísticas que surgieron de ella y por los autores que trabajaron allí, hay uno especialmente a quien se debe que de dicha escuela hayan salido ejemplos artísticos, arquitectónicos y decorativos de suma importancia y ese es Walter Gropius.

Walter Gropius, arquitecto y educador alemán, fue el artífice de la Escuela Bauhaus de Arquitectura. Ejerció una gran influencia en el desarrollo de la arquitectura moderna. Sus obras, muchas de ellas ejecutadas en colaboración con otros arquitectos, incluyeron el edificio de la Escuela Bauhaus en Berlín y las viviendas de la facultad en la Bauhaus , además del Centro de Graduados de la Universidad de Harvard y la Embajada de los Estados Unidos en Atenas.

Era el hijo de un arquitecto, motivo por el que se animó también a probar esa profesión. Su carrera profesional comenzó en una oficina de arquitectura en Berlín. Antes de terminar la escuela, construyó sus primeros edificios, unas casas de labranza en Pomerania. Después de eso, durante un año viajó por Italia, España e Inglaterra, y en 1907 se incorporó a la oficina del arquitecto Peter Behrens en Berlín.

Esa etapa de la vida de Walter Gropius contribuyó mucho a que se decidiera a fundar la Bauhaus. Su trabajo con Behrens y los problemas de diseño que tuvo que resolver para una compañía de electricidad alemana contribuyeron mucho a darle forma a su interés por la arquitectura progresiva y la interrelación de diferentes artes.

Con su su novedosa visión de la práctica del arte, la política y la administración, el arquitecto de la Bauhaus logró establecer un nuevo enfoque viable para la educación del diseño, que se convirtió en un prototipo internacional y finalmente suplantó la supremacía de 200 años de la Escuela de Arte de Francia.

En 1922 se permitió a los estudiantes de Bauhaus expresar sentimientos subjetivos en su arte; la individualidad y el expresionismo no eran infrecuentes. Walter Gropius mantenía la firme creencia de que el arte debía ajustarse y expresar el carácter económico y el orden racional de la sociedad moderna. A su juicio, la grandeza del arte estaba por encima de otras consideraciones utilitaristas.

Pero la gestión de la Escuela Bauhaus no estuvo exenta de controversia. En 1922 se produjo un cambio de sentido inverso, dándose un enfoque más racional y objetivo. Los productos hechos individualmente fueron pensados como prototipos para la producción de máquinas, y algunos diseños fueron producidos comercialmente.

En ese periodo, destacaron las formas geométricas, las superficies lisas, los contornos regulares, los colores primarios y los materiales modernos, todo lo cual, para muchos ojos, personificó la impersonalidad en el arte.

Es esta última fase de la producción de Bauhaus, la que se acepta públicamente como característica del estilo de Bauhaus tal y como se conoce en la actualidad.